Archivo del sitio

El conducir despistado

Es costumbre entre algunos individuos españoles trabajadores y que conducen el ir con prisas a todas partes. No sólo por motivos del trabajo, sino también para ir de playa o montaña los fines de semana. Esto no solamente se traduce en ver cómo los coches circulan como si del fin del mundo se tratara sino que, además, al tener tantas tareas por realizar, aprovechan mientras conducen para hacerlas. Y, si se da el caso de que ya han terminado con ellas, pues aprovechan para descansar, hablar por teléfono, distraerse con el paisaje, mirar en el mapa si siguen el rumbo correcto… todo mientras deberían estar prestando un poco de atención al coche de enfrente que está frenando de golpe, al niño que cruza para recoger su balón, al semáforo que se ha puesto en rojo…

Yo tampoco me he salvado de toparme con algún despistado (o temerario). Hace pocos días, estaba yo entrando con mi coche en una rotonda… y casi no salgo de ella con vida: un camión se precipitó hacia mi trayectoria como alma que lleva el diablo, a una velocidad ni mucho menos permitida en poblado. Suerte tuve de no ir distraído y pude frenar a escasa distancia de chocar con el loco. La Guardia Civil estaba cerca y presenció el incidente. Para mi grata sorpresa, ahora han instalado un badén en la entrada de la rotonda (por la que venía el alocado), para evitar que alguien llegue a chocar. ¡Diez puntos para la Guardia Civil!

Dos o tres días después de esta pequeña aventura, un tipo circulando en una furgoneta iba consultando un mapa, se le fue el volante y por poco no se sube a la acera y vuelca y se lleva por delante a un coche (esta vez yo iba andando por la acera opuesta). Un par de años atrás, una despistada se metió en dirección contraria en mi carril…dijo que quería aparcar. Otra distraída se me comió un retrovisor en un puente subterráneo…y podría seguir con más historias.

¡Oh, si tan sólo prestáramos atención a la carretera! ¡ Cuántas vidas se hubieran salvado! Pero parece que hay gente que nunca asume responsabilidad ni seriedad, aunque esté en juego su vida y la de otros pobres ciudadanos. Para mi, lectores, no es cuestión de no enseñar bien o de aprender mal a circular: es cuestión de personajes y sus personalidades, que sencillamente reducen su atención a un número limitado de asuntos y a lo demás no prestan el menor interés, por mucho que sea algo tan poco seguro como el conducir y en el que cada vez que cogen su vehículo, se pueden matar (y llevarse a otros por delante) si no lo hacen apropiadamente y con sensatez. ¡Sólo con prestar atención nos ahorraríamos muchos problemas!